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LA 74 CORRE
(por los que queremos)
26 de Noviembre, 2007 · General

MAX RACE. Magdalena, Buenos Aires. 25/11/2007

La verdad de la milanesa sobre la Max Race

“Reserva El Destino 2007”

(vista desde atrás…   bien atrás)

 

MANU, ZORRO, POCHOCLO, TINCHO Y SOBALO EN LA ACREDITACION. AHI NOS ENCONTRAMOS CON EL ETERNO POCHO, QUE METIO LOS 15 DE CROSS MAS LOS 40 DE BICI, TREMENDA GARRA EL POCHO!!!

 

Hace unos pocos días algunos muchachos de la barra de La 74 habían tomado la decisión de encarar una nueva travesía, esta vez en los no tan lejanos pagos de Magdalena, y como no podía ser de otro modo, empezaron a invitar más gente, y así se armó un barra que el domingo 25 de noviembre encaró la Plaza Paso a las 7:30 horas (de más está decir que Manoplas y Zambaun se extrañaban por estar del lado de los deportistas y no entre aquellos noctámbulos que mal heridos intentaban volver a sus casas escapando a los rayos del sol).

 

De la partida fueron también el Tincho y el “Taita” Zorarraín (que también está de más decirlo, corre con ventaja por tener más piernas de lo habitual). La nota de color del grupo estuvo dada por la presencia de algunos representantes de la “Barra Energética” de Montego. Eran Juancito Herrera (que se llevaba todas las apuestas para comerse a los chicos crudos en la carrera), el profe Guille, y Juan (otro Juan, por supuesto, que casi duplicaba al primero en peso y tamaño).

 

El viaje fue cordial, al ritmo de Facundo “el Guasón” Soto con sus hit´s sobre el glorioso colegio nacional, con mate a rabiar, agua mineral, alguna bananita (de las amarillas), anécdotas, sacadas de cuero a los ausentes, e intercambio de data para afrontar el desafío que estaba por venir.

SOBALO, ZORRO, JUAN, GUILLE, MANU Y TINCHO, SOSTIENEN A JUANCITO DE 45 KILOS.

 

Por fin llegamos, luego de perdernos por las intrincadas calle de Magdalena (casi más complicada de cruzar que la mismísima San Pablo). Nos acreditamos, nos probamos las pilchitas que nos regalaron, nos pasamos aceite verde en las patas, y salimos casi todos en calzas y bien agradecidos de que el Zorro no hubiera hecho la misma opción, pues la comparación hubiera sido odiosa.

 

SOBALO PRECALIENTA, EL ZORRO ALIENTA. FALTA POCO PARA LARGAR...

 

Foto va, foto viene, largaron primero las bicis, y después vino el turno de la “cross”. Mamita!!!, lo que estaba por venir.

Arrancó el pelotón bien pegadito por una estrecha callejuela (que más bien era una huella dejada desde la época en que Rosas cabalaba por esos pagos) que combinaba tierra, pasto y conchilla. Después del tramo bien recto se nos apareció un imponente Río de La Plata.

¡Cuánto más lindo es el río por esos pagos! Daba gusto verlo, pero más todavía recorrerlo (o haciendo “coastering”, como dicen los muchachos éstos que le juegan carreras al viento).

Después de más de 3 kilómetros con un huracán en contra, tocó el turno de volver tierra adentro, cosa que se suponía nos aliviaría las patas. Pero en vez de eso se nos vino el pantano. Tuvimos que correr entre juncos de más de un metro y medio de altura, enterrándonos hasta las rodillas y dejando las zapatillas mal atadas en el fondo de un lodo chirlo y hediondo. Y así durante un buen rato entre resbalones, caídas, patinazos, raspones, golpes y torceduras.

TINCHO EN UN PASAJE DE LA CARRERA.

 

Pero como no hay aventura sin dolor, a los juncos los sucedieron los pastizales, y con estos los árboles de espinos, y otras subespecies vegetales que deberían estar prohibidas. Fue el tramo más largo, en el medio de la llanura, ya casi sin viento pero con varios alambrados de púas y arroyos para cruzar. El sol picaba en la nuca, y alguna que otra ave de rapiña volaba en círculos añorando un buen almuerzo.

Con la finalización de este tramo más de un iluso se puso contento al ver que luego de un pequeño paso por la ruta 11 (auténtico ripio lleno de serruchitos) aparecía el principal puesto de control desde donde habíamos largados, lo cual, si aplicamos la más elemental de las lógicas, querría decir tanto como que “…ya casi estamos…”. Pero era sólo una ilusión, porque cuando nos arrimábamos al arco de largada nos desviaban hacia la derecha para adentrarnos en el mismísimo bosque de Hansel y Gretel (tal era el nivel de señalización que tenía, que aunque hubiéramos dejado migas de pan para volver sobre nuestro rastro tampoco nos podría haber ido mejor). Ahí se armó el hecatombe, la debacle total. Un par de vueltas en falso, unos encontronazos con los alambrados, y esas señales que no aparecían, hasta que la suerte hizo que todo el grupete se volviera a reunir (con la excepción del pequeño Juan que había terminado los 15 kilómetros de carrera en unos 45 ó 50 minutos, y ya nos esperaba cambiado, almorzado, y ansioso por pegar la vuelta).

Ahí aparecieron nuevos desafíos. Más árboles y troncos que cortaban el paso y debían ser esquivados o saltados. Más ramas y espinos. Más fango. Más suelo blando donde las piernas se enterraban de lo lindo. Y luego un arroyo que debía ser transitado por su curso con un agua helada que coqueteaba entre las rodillas y la entrepierna.

Una vez fuera del arroyo sólo quedaron unos pocos kilómetros entre bosquesuelos, sendas y jardines artificiales hasta llegar a la meta, con una pequeña delicatessen: había que pasar cuerpo a tierra por debajo de unos obstáculos pseudo-militares para tomar unos rifles de gas que tiraban pelotitas de pintura y asestarles a una siluetas humanoides (una verdadera cagada fuera de contexto, si es que por casualidad a algún lector le interesa mi opinión).

Pocos metros más y ahora sí el arco “del triunfo” marcaba el final de la travesía.

ZORRO CONTENTO DE COMPLETAR LA MAX RACE. DURISIMA!!!!!!!

 

Todos quedamos contentos. Todos nos avalanzamos sobre el stand donde te convidaban jugo y frutas, y algunos pagaron caro su gula. Todavía deben andar con retorcijones.

 

Pasada la carrera no queda mucho más por contar. Salvo que Juancito, el que se suponía iba a ganar la carrera de punta a punta no paraba de quejarse de la mala indicación que le dio un infiltrado en la pista que lo mandó por el circuito chico para la factoría de chacinados. O que el otro Juan después de correr 15 kilómetros se enchufó una empanada de carne frita y medio kilo de asado en sánguche. O que el Tincho se descompuso con tanta porquería energética que consumió, que se perdió el sorteo de la bici y tuvo que entregar el volante para volver mientras intentaba retomar su entereza con la bocha fuera a través de la ventana. O que el gordo Zobalo con sus casi 3 cifras de kilaje les arrimó el bochín a “…footing boys…”.

MANU, TINCHO Y GUILLE CUMPLIERON Y LLEGARON. 15 K DE PURA AVENTURA.

 

En resumen, un experiencia digan de ser vivida, y más aún, recomendable para quienes todavía no se animaron a calzarse las zapatillas y salir a quemar goma.

EL MEJOR DE LOS PREMIOS: MATEADA, ASADO, Y ANECDOTAS DE LA CARRERA.

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publicado por madagos a las 09:04 · 3 Comentarios  ·  Recomendar
 
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Comentarios (3) ·  Enviar comentario
grande zobalo, muy buen relato!! no esperaba otra cosa.
publicado por manoplas, el 26.11.2007 10:15
Martín, otros 15 K. Cuantos suman? Cuántos suman todos los amigos juntos? Abrazos
publicado por alejandro calabrese, el 26.11.2007 12:52
Sumamos siempre. La verdad que la cuenta no la llevamos, pero sumamos seguro. Abrazo grande.
publicado por martin, el 26.11.2007 13:17
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